viernes, 24, marzo, 2023
CubaOnLine

Cada julio, la ciudad española se detiene y la vida de los locales comienza a girar alrededor de la Fiesta de San Fermín, un encuentro que convoca, además, a curiosos de todo el mundo.

Son muchos los turistas en el mundo que viajan en determinado momento del año para presenciar un evento típico de un destino en particular, es que la posibilidad de observar de cerca una cultura diferente convierte a una festividad en un atractivo turístico en sí misma. Sin embargo, la experiencia se enriquece cuando la adrenalina entra en juego a partir de que el visitante pueda ser protagonista de la actividad.

Eso es lo que sucede en las Fiestas de San Fermín, un encuentro que se lleva adelante anualmente en la ciudad española de Pamplona, capital de Navarra. Los festejos comienzan cerca del mediodía del 6 de julio con el lanzamiento del Chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento del municipio y terminan a la medianoche del 15 con el célebre Pobre de mí, una canción que los asistentes entonan al unísono.

Si bien el origen de los Sanfermines se remonta a unos cuantos siglos atrás, su fama en todo el mundo es bastante reciente y está relacionada con la difusión que les dió el escritor Ernest Hemingway a partir de su libro Fiesta. Tal es la relevancia de este encuentro que la población de Pamplona, durante la semana de la fiesta, pasa de 280 mil a más de un millón de habitantes.

 Para arrancar

Durante el Chupinazo, una numerosa cantidad de espectadores con pañuelos rojos sostenidos con ambas manos esperan ansiosamente el lanzamiento del cohete que anuncia el comienzo de los Sanfermines, que se resumen en nueve días de fiesta ininterrumpida. Aunque el encuentro se lleva adelante en la plaza del ayuntamiento, un lugar que no tiene grandes dimensiones y que aun así recibe cada año a una multitud efervorizada, los organizadores ofrecen como alternativa seguir el evento lejos de las aglomeraciones, a través de pantallas gigantes instaladas en el paseo de Sarasate, plaza de los Fueros y parque de Antoniutti.

Minutos antes del mediodía, los clarineros dan el aviso oficial para que el encargado de lanzar el Chupinazo se dirija al público con el saludo habitual en euskera y en castellano: “¡Viva San Fermín, gora San Fermín!”. El grito se da justo antes de prender la mecha que da paso a la explosión de fiesta y alegría que alcanza todos los rincones de la ciudad durante los nueve días siguientes.

En ese sentido, el lanzamiento del Chupinazo desde el balcón del ayuntamiento es una costumbre que se remonta a 1941, porque anteriormente el anuncio del comienzo de los Sanfermines se efectuaba desde la plaza del Castillo. Cabe mencionar que los registros más antiguos sobre este evento son de 1931, época en la que el estanquero Juan Etxepare se convirtió en la primera persona en pedir permiso oficial para tirar cohetes el 6 de julio al mediodía.

Por otra parte, la tradición indica que el honor de lanzar el Chupinazo solía ser de alcaldes y concejales, o bien de alguien relevante designado por las autoridades locales. Sin embargo, desde 2016 esta determinación ha tenido una modificación, siendo la propia comunidad de Pamplona la encargada de determinar quién protagonizará el comienzo del evento, a partir de un proceso de votación popular entre las candidaturas propuestas por asociaciones ciudadanas.

A toda velocidad

El característico encierro de San Fermín es una carrera de 875 metros que se realiza por delante de seis toros salvajes y seis cabestros que guían a la manada hasta la plaza de toros. El recorrido suele durar, en situaciones normales, entre dos y tres minutos.

Con respecto al origen de la actividad, se cree que en otra época los carniceros, gremio encargado de conseguir el ganado, acompañaban a los pastores en su labor de guiar a los toros y cabestros hasta la plaza. Con el paso del tiempo, esta actividad se popularizó y empezó a convertirse en un entretenimiento popular que consiste en correr delante de los animales y no detrás como hasta entonces.

Una vez colocada la última valla destinada para delimitar el recorrido, toda la calle se convierte en un pasillo sin salida. Así es que la única manera de acceder es a través de la puerta de la Plaza Consistorial. Asimismo, quienes sólo cumplen el rol de espectadores tienen que permanecer por detrás del segundo vallado de seguridad.

El encierro sucede por diversas calles del casco viejo de Pamplona, desde la cuesta de Santo Domingo hasta la plaza de toros, en un recorrido que es imposible de completar por cualquiera de los participantes, no solo por la gran extensión sino también por la velocidad de los propios animales.

Poco antes del comienzo del encierro, los corredores se encomiendan a la imagen de San Fermín con un cántico en honor. Luego se lanzan los cuatro cohetes característicos del evento. El primero de ellos indica el comienzo del encierro; el segundo señala que todos los toros han abandonado el corral y se encuentran en el recorrido; el tercero avisa que los animales ya están en la plaza; y el cuarto anuncia que ya no hay ningún peligro. Este último aviso permite reabrir las calles y notificar a los efectivos de seguridad que la ciudad puede seguir con la fiesta.

Quienes no quieren arriesgarse a participar de la corrida, pueden verlo de diferentes maneras. En algunos de los balcones que hay en el recorrido del encierro y que son comercializados por la página oficial del evento, en la propia plaza de toros, o por televisión.

Fin de fiesta

Cada medianoche del 14 de julio, el público se junta en la plaza del ayuntamiento para celebrar la finalización de los sanfermines entonando el Pobre de mí, la canción de despedida del evento. Si bien en el cierre de la fiesta no hay tanta aglomeración de gente como en el Chupinazo, sí es cierto que cada vez es más multitudinario.

El origen de esta tradición no está claro: no hay registro de una fecha ni un lugar específico en el que comenzó a celebrarse el cierre del evento. Se trata de una actividad que inicialmente realizó un grupo corto de personas, que generó adeptos en la sociedad local y que cada año tuvo mayor aceptación, hasta el punto de hacerse oficial. En ese sentido, Pamplona fue la primera comunidad en incorporar el cántico en sus celebraciones y luego siguieron el resto de las localidades navarras en sus respectivas fiestas patronales.

“Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín”, suele cantar una horda de gente que con sus pañuelos rojos atados en el cuello y levantan sobre sus cabezas una vela encendida.

La canción representa además el cierre de todo un día de emociones y despedidas, que suele ser de los gigantes por la mañana y las peñas en la plaza por la tarde. Se trata de un momento emotivo, que une en una sola voz a grandes y chicos. Al finalizar, todos se sacan los pañuelos rojos del cuello y los levantan, coronando una imagen representativa de la festividad. Incluso, aunque algunos puedan guardarse el pañuelo, muchos lo anudan en la reja de la iglesia de San Lorenzo, donde está San Fermín.

Si de tradiciones hablamos

El vestuario de San Fermín es conocido en todo el mundo: una camisa blanca, con un pantalón a tono, y una faja y pañuelo rojos. Una de las principales teorías que circulan en torno a la vestimenta está relacionada con los miembros de la Peña La Veleta, fundada en 1931, que estaba compuesta por socios de clase obrera que buscaban diferenciarse del resto de las asociaciones. Con ese fin, decidieron vestirse de blanco porque era ropa fácil de conseguir, económica y llamativa. A partir de que consiguieron destacarse, el resto de la ciudad eligió vestirse de la misma manera. Otra hipótesis tiene que ver con los txistularis de Biarritz, los joteros y los antiguos pelotaris de los años 30, que vestían de blanco para unificarse.

En Pamplona era habitual asistir al Teatro Gayarre a ver las actuaciones de estos grupos y a los partidos de pelota, motivo por el cual se cree que la tradición viene de estos trajes típicos. Recién en la década de 1960, bajo el mandato del alcalde Miguel Javier Urmeneta, se consiguió instaurar de forma oficial el color blanco para la vestimenta de Sanfermín. Por otra parte, el pañuelo rojo, que habitualmente cuenta con símbolos bordados o el escudo de una peña, es el elemento más importante de toda la vestimenta. El mismo comenzó a utilizarse en honor a San Fermín. El santo murió degollado en Amiens (Francia) y el color simboliza la sangre de su cuello. Aunque otras teorías suelen relacionar al color del accesorio con la bandera de Navarra.

En cuanto a la faja roja, que suele tener dos metros y medio largo y 12 centímetros de ancho, se cree que se usa por inspiración de los trajes tradicionales de txistularios y joteros.